miércoles, 25 de abril de 2012

CAPITULO II. Estamos en guerra 5-II.

   Adam estaba trabajando en una mesa de dibujo. Mientras trazaba el plano de lo que parecía ser un búnker, daba grandes caladas a un habano. Adam era  menor que Damian, nació poco después de que el hermano mayor de ambos, se suicidara. Aunque tenía diez años menos que su hermano era el responsable de la administración y la gestión del gabinete de arquitectura que cinco años atrás, ambos habían fundado. La empresa era aún pequeña, pero ya trabajaban en ella, además de los dos hermanos, unas veinte personas entre arquitectos, delineantes y personal de administración. Aunque, la empresa era joven, las cuentas estaban saneadas y el capital inicial ya estaba amortizado. Tras este milagro empresarial no estaba tan solo el buen hacer de los dos hermanos, el abuelo, hombre con influencias en el oeste del país, les había conseguido jugosos contratos y la empresa de construcción del padre también había contribuido al éxito empresarial de Damian y Adam. Aún no eran arquitectos de prestigio, pero sus diseños empezaban a ser muy valorados entre la gente con poder e influencias. Tanto Adam como Damian habían estudiado en universidades prestigiosas y habían pertenecido a fraternidades donde habían convivido con la flor y nata de la nación. Esto les había abierto puertas que generalmente están cerradas para el común de los mortales. Damian, antes de dar su salto empresarial, había trabajado con un arquitecto prestigioso y en muchos de los proyectos firmados por este, Damian había participado. Todo esto, hacía de aquella empresa familiar, un negocio con futuro.

     Cuando Adam vio a su hermano atravesar la puerta del despacho, dejó lo que estaba haciendo y se dirigió hacía él y tras darle un abrazo efusivo, le invitó a sentarse. Luego tomó él también asiento y dirigiéndose a su hermano dijo:

      - Me alegra que estés bien, parece que en tu pequeña excursión a la capital has tenido más emociones de las que te hubiera gustado tener.
      - Sí, no esperaba ser testigo de un atentado terrorista.- Dijo Damian, un tanto consternado.
      - Dime, ¿estás bien? Pues necesito tu talento más que nunca.
      - Sí, parece que salí mejor parado que otras víctimas, quizás este un tanto consternado, es difícil superar un trauma como este. Pero creo que el trabajo, me ayudará a superarlo.- Afirmo Damian. convencido.
      - Me alegro, pues justo después del atentado habló conmigo un senador y quiere que trabajemos en un proyecto que nos reportará grandes beneficios y una buena cartera de clientes.
      - ¿De qué se trata?.- Preguntó Damian, interesado.
      - Quiere que diseñemos un búnker de tres plantas para doscientas personas.
      - ¿Un búnker? Nosotros no nos dedicamos a construir ese tipo de edificios, dime ¿no harían un mejor diseño otro tipo de empresas?
      - ¿Otro tipo de empresas?.- Preguntó Adam, alzando la voz.
      - Sí, empresas de ingeniería u otro tipo de corporaciones que tienen contratos con el ejército.
      - ¿Ingenieros, militares? No digas disparates, nosotros podemos prestar también ese servicio.-Dijo Adam, convencido.
      - Bueno, podemos diseñar los planos, ¿Se encargará tu senador de contratar la empresa que lo construirá?
      - No, quiere que nos ocupemos de todo nosotros.
      - ¡¿Estás loco?!.- Exclamó Damian perplejo.- Para construir un búnker de esas dimensiones, hace falta mucho dinero, necesitamos una tuneladora, toneladas de hormigón, una empresa de ingeniería que sea capaz de solucionar el problema que supone el filtrado del aire y el agua, que pueda además, dar una solución eficaz al problema que supone mantener un grupo tan grande de gente durante un tiempo indefinido, bajo tierra. A medida que la construcción avance surgirán nuevos problemas. ¿Dime estamos capacitados para solucionarlos?
      - Eres muy pesimista.- Replicó Adam.- Dime, ¿no construyeron las antiguas civilizaciones, edificios que aún se conservan?¿De que disponían para construirlos? No me respondas, yo te responderé, solo tenían ambición, unos rudimentarios conocimientos técnicos, herramientas primitivas y mucha mano de obra. Dime, ¿eso les detuvo? No y gracias a este tesón, hoy en día podemos disfrutar de sus visionarias creaciones. ¿Acaso nosotros somos incapaces de emularlos?
     - Los arquitectos visionarios que tu mencionas disponían de ricos mecenas.- Dijo Damian.
     - Nosotros también.- Repuso Adam.
     - ¿Un senador? No me hagas reír.- Dijo con sorna Damian.
     - No, todo el senado.
     - No es una cosa que me consuele.- Replicó Damian.- Aunque el senado tuviera el respaldo del ejecutivo, la administración no se caracteriza por ser una buena pagadora. Antes de recibir un penique, estaríamos con el agua al cuello.
     - El ejecutivo no solo apoya al senado sino que ya nos ha adelantado una fuerte suma.
     - ¡No puede ser!.- Exclamó Damian sorprendido.
     - Sí, parece que el atentado les ha hecho temer perder sus valiosas vidas y están dispuestos a esquilmar el erario público para salvar su pellejo y el de sus allegados. Este proyecto es solo la punta del iceberg. Están dispuestos a gastar mucho dinero para construir una red de refugios subterráneos donde proteger la vida de científicos, gobernadores, magnates y todo aquel que tenga algo valioso que aportar.
     - ¿Y el resto de la gente?.- Preguntó curioso Damian.
     - No les importa.- Respondió Adam con cinismo.
     - Eso es inmoral y poco ético.-Repuso Damian indignado.
     - ¿Qué nos importa a nosotros la ética o la moral? Por haber aceptado el proyecto y haber firmado la cláusula de confidencialidad, tenemos sitio en esta red de refugios, si las cosas  se ponen feas. Si no pasa nada y el primero de los búnkeres lo construimos bien, tendremos la exclusividad de todo el proyecto. Hablo de millones y millones de dólares. ¿Te das cuenta de lo que este proyecto supone para nosotros?.- Arguyó Adam, cínicamente.
      - Me doy cuenta, veo que un regimiento de politicastros, elegidos por el pueblo, quieren sobrevivir a un posible desastre apocalíptico, a costa del dinero de contribuyentes condenados de antemano a muerte, si la guerra contra el terror se tuerce. No participaré en este genocidio.
       - ¿Es tu última respuesta?.- Preguntó Adam inquisitivo.
      - Sí.- Dijo Damian levantándose y dando las espaldas a su hermano. Cuando Damian estaba a punto de cruzar la puerta del despacho, oyó a su hermano decir estas últimas palabras en tono amenazador:
       - Te he concedido la oportunidad de participar en un negocio redondo y te has negado. Al final volverás a mí suplicando por tu vida, pues hay gente que quiere que esto no se sepa, ¿me entiendes?
       - Debería saberse.- Dijo Damian cuando cruzaba el umbral de la puerta que acto seguido cerraría de un portazo.
    

















   

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