lunes, 17 de diciembre de 2012

CAPITULO III: Tribulaciones III.5

      Damian apagó la radio. Acto seguido se levantó impetuoso y empezó a registrar todos los rincones de la vieja casa. Todo en ella estaba como lo recordaba. Los muebles, en el mismo sitio de antaño, mantenían su pulso contra el tiempo, sin dar muestras de deterioro. Los vencidos por la carcoma, aún astillados, se mantenían todavía en pie resistiendo los asaltos enemigos con voluntad espartana. Los que no habían sido aún atacados por la carcoma, simplemente aguardaban. Impertérritos al acoso de su natural enemigo, ocupaban su espacio vital, quizás  haciendo de la esperanza muralla contra los gusanos que habían empezado a devorar muros y puertas. En algunas de las habitaciones de la planta superior el techo había cedido; el abandono, la furia de los elementos y la plaga que hemos mencionado habían vencido. Pero a pesar de todo, los daños en ellas, no habían hecho peligrar el resto de la estructura. - ¡Hay mucho trabajo por hacer!- Exclamó Damian, no muy animado.-Tendré que hacer una lista de materiales, quizás en el viejo despacho haya papel, no creo; pero nada pierdo si lo compruebo.- Después de decirse esto, nuestro amigo bajó las escaleras, cruzó el salón y salió por la puerta de entrada.

     Siempre se había extrañado de que su abuelo hubiera decidido construir el despacho lejos de la casa principal. Su abuelo no era un burócrata, era más un vaquero nómada. Al abuelo los espacios cerrados le aturdían, para sentirse vivo, debía estar en contacto con la naturaleza, sentir el viento en la cara y el sudor recorriéndole la espalda, de no haberse casado, quizás le hubiera bastado para refugiarse de la intemperie, una tienda de campaña. Pero se casó y como buen marido, le construyó a su mujer una buena casa. El negocio creció y el abuelo envejeció por eso construyó un despacho. Pero levantó aquel, lejos de la vivienda principal. El abuelo, con los años se burocratizó y teniendo como tenía en aquella oficina doméstica su nuevo lugar de trabajo, empezó a atender en él, todos los asuntos de trabajo. En él recibía a los proveedores y a los clientes, en él almacenaba los libros de cuentas y en él emborronaba los dichos libros. Damian, que ahora se dirigía al viejo despacho, recordó que un día le preguntó al viejo por qué había decidido construir tan lejos de la casa el despacho y el abuelo le respondió:

            "Mira, Damian, en este mundo hay que saber separar lo profesional, de lo doméstico. El individuo que no sabe acotar ambos ámbitos será o un mal cabeza de familia, o un mal profesional, o ambas cosas a la vez. ¿Qué quiero decir con esto? Pues lo que digo es que el que lleva trabajo a casa acaba descuidando a la familia. La mujer así se siente sola y los hijos desasistidos. La soledad acaba matando el amor, el amor perdido se busca en otra parte y la infidelidad acaba con el matrimonio.
En cuanto a los hijos, si estos no tienen la atención del padre o de la madre, se meten en líos, forma sutil de decir: "padre, madre, os necesito". Los líos pueden ser inocentes trastadas que con el tiempo se convierten en grandes fechorías, estas conducen al delito y este al castigo. Por eso aquel que por negocios descuida a su familia, acaba perdiendo su mayor capital. Si la domesticidad y la profesionalidad se mezclan, el profesional descuida el negocio, porque las obligaciones domésticas, lo entretienen, si la profesión se descuida, el dinero deja de entrar en casa y sin capital, también pierdes a la familia, pues con las manos vacías, ¿cómo vas a a alimentarla? Por eso decidí atender los asuntos de negocios lejos de la casa. Así cuando acabo la jornada entro en casa y me olvido del trabajo y  cuando salgo de casa me olvido de las obligaciones domésticas. De esta manera, ni tu abuela se aburre de verme, ni yo me canso de anhelarla".   

            Este discurso, como tantos otros de su abuelo, se había quedado plasmado en sus recuerdos infantiles. Las soflamas del viejo, las recordaba nuestro amigo, a veces, mohosas y raídas como viejas vestiduras rescatadas de un baúl, pero otras, como ahora, se presentaban como si fueran leyes que para conservarse hubieran sido esculpidas en piedra, y era entonces, cuando Damian reproducía el discurso en toda su integridad, sin mutilación alguna, con todos sus puntos, con todas sus comas. Esta capacidad memotécnica, a veces, irritaba a Damian. Pues muchas de esas máximas eran un compendio de la sabiduría del dichoso, del hombre recto, justo y honrado que había triunfado en la vida, haciendo de su humildad escudo contra el fracaso. Él, en su humildad había fracasado. Con discreta exactitud había plasmado sobre papel milimetrado, esbozos de felicidad. En cada línea de sus planos había trazos del alma que ama lo que crea, pero desdeña lo que le rodea. El amor al trabajo había convertido a Damian en un corazón de tinta que difícilmente podía amar otra cosa distinta al papel tridimensional. Más allá del plano, aquel corazón solitario, era una maquina disfuncional incapaz de latir al mismo ritmo que otro corazón humano. El amor romántico, era algo que asustaba a Damian, pues carecía de mesura y de lógica. Aunque había tenido varias relaciones nunca se atrevió a comprometerse. El compromiso, exige esfuerzo, compenetración, diálogo. Pero ese esfuerzo, muchas veces no compensa, es como intentar llenar de agua un pozo sin fondo, una labor ardua e inútil. Una pareja auna a dos individualidades condenadas a enfrentarse, si se comparten gustos el dos puede que sea varios años uno; pero más tarde o más temprano el vaso se colmara y el contenido abandonara al continente, para buscar su propio curso; es entonces cuando el diálogo, se convierte en monólogo para más tarde apagarse en el silencio.  Ese era su fracaso, ser incapaz de formar una familia, ser capaz de desafiar los valores tradicionales que le habían sido desde pequeño inculcados; no por rebeldía, sino por la imposibilidad de comprometerse con otra cosa distinta a su trabajo.

           De repente y casi sin darse cuenta, se dio de bruces con la puerta, por la cual, se accedía al despacho. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Vistas de página la semana pasada