martes, 29 de enero de 2013

CAPITULO III.Tribulaciones 8-III

   Tras aquella hendidura en la roca, el mundo parecía haberse comprimido, hasta convertirse en una pequeña hoquedad, lúgubre y rugosa. En el fondo de aquel agujero la débil luz de las estrellas y la luna se replegaba hacia la abertura, dibujando, en su huida, imágenes pálidas que se movían nerviosas, sobre las rocas. Damian temiendo por su vida se había recostado sobre un lecho de hojas, oculto tras una gran roca que situada en el centro mismo del abrigo rocoso, emergía titánica del suelo, hasta morder el techo del abrigo. Damian intento cerrar los párpados para conjurar así al sueño, pero el estado anímico de nuestro héroe hacía ésto imposible. A intervalos abría uno u otro ojo o alzaba la cabeza para discernir alguna forma. Bastaba un leve ruido o un suave susurro, para que nuestro amigo dejara de dar cabezadas, entonces su cuerpo  se crispaba y él se incorporaba como si fuera sacudido por un invisible resorte. Una vez en pie se mimetizaba con la roca tras la que se ocultaba, convirtiéndose así en una extensión de esta. Quien, en este mutismo pudiera haber observado a nuestro amigo, podría haberlo confundido con una curiosa escultura esculpida en bronce sucio o en mármol cariado. Entre sobresaltos y soñares interrumpidos, el alba sorprendió a Damian.

     
        El negro velo de la noche empezó a rasgarse, lejos, al fondo, donde la línea del horizonte curvaba el espacio visible. Una ambarina esfera luminosa empezó a emerger perezosa del profundo horizonte. La oscuridad sorprendida por una explosión de rubor, empezó a retroceder tímida, rasgándose en jirones de luz ocre y anaranjada. El orbe amarillo, lentamente baldosaba su camino con fotones coloreados por toda una gama de rojos que poco a poco adoptaban un colorido anaranjado, a base de oscurecer amarillos. El camino abierto por la luz en el suelo pronto halló a Damian, que pálido, pronto mostró sus ojeras al astro emergente. La luz del amanecer hizo que Damian, por fin, pudiera estudiar la fisonomía de su refugio. Era este, una covacha profunda de forma ovalada. Las paredes salpicadas de salientes y depresiones rompían la simetría del conjunto dándole a este un aspecto rugoso y áspero. La hoquedad se prolongaba unos metros hasta desembocar en una galería estrecha y abrupta. De las penumbras de aquella galería, surgían ecos de agua y sombras de luz. A veces, se oía el crepitar de rocas estrellándose contra una superficie acuosa.

       Damian más preocupado por su vida que por el aspecto de aquel refugio, decidió salir de allí. Con paso lento y firme se dirigió a la salida de la covacha. Cuando salió de su improvisado abrigo nocturno; empezó a deshacerse de las hojas, que adheridas a sus vestiduras, a modo de borlas, le habían metamorfoseado; pues el hombre que se adentró en las penumbras salió de de ellas convertido en  "ent" . Mientras estaba inmerso en esta labor, alguien le llamó. Damian alzó la vista y pronto vio como desde un claro del bosque, surgían Adam y tres o cuatro hombres más.  

sábado, 19 de enero de 2013

CAPITULO III. Tribulaciones 7-III

         Tendido sobre el piso del despacho estaba el cuerpo sin vida de Harry, el guarda. Todo el fluido viscoso diseminado sobre el cadáver y zonas cercanas al mismo, parecía haber manado de un  único boquete en la frente de Harry. Damian acercó la luz a aquel agujero, comprobó así, que no solo podía ver pedacitos de cerebro y cuajerones de sangre mezclados, también podía ver la madera del piso. A Harry le habían disparado y la bala le había atravesado la cabeza. ¿Pero por qué? Dando arcadas, cogió uno de los libros que había  abiertos sobre la mesa del despacho y sin pararse a recuperar el leño y a apagar la vela salió de allí por donde había entrado.

        " El asesino podría estar cerca, quizás al oírle, había escapado por el lugar por donde él había salido. Quizás estaba oculto, esperando, intentando averiguar la identidad de aquel que le había interrumpido, estaría espectante, envuelto en sombra, dispuesto a robar otra vida para continuar después, con sus pesquisas."- Pensó Damian.- "Al fin y al cabo, ¿quién era Harry?"-Dijo Damian balbuceante, antes de iniciar la siguiente reflexión:
      
          "Un pobre hombre, un viejo vaquero con manos agrietadas y piel ajada, encurtida en arrugas irregularmente repartidas por todo el cuerpo. ¿Quién era Harry? Alguien que creció vinculado a las tierras del abuelo, alguien que plantó raíces en aquel rancho creyendo formar parte de él, aunque siempre fue un obrero más. Siempre leal, siempre atento al capricho de los dueños del feudo. Pobre hombre, debió abandonar aquel rancho, cuando la abuela lo abandonó, pero la terquedad de su naturaleza indestructible le mantuvo vivo hasta que recibió el beso de fuego que acabó con su terca salud. No dejaba a nadie que le llorara, a nadie que le recordara; su vida había sido un eco breve al que la muerte primero y el olvido después, harían desaparecer para siempre. Le mataron por sorprender a quien no debía, donde no debía, cuando no debía. ¡Pobre Harry, siempre tan responsable, tan buen trabajador, tan poco negligente en el cumplimiento de su deber! ¿Por qué estabas ahí?"- De los ojos de Damian, brotaron un manantial de lágrimas.-"Sin duda el asesino buscaba los libros de contabilidad. La cerradura no había sido forzada, pero la habían cambiado, ¿la habría cambiado Harry, la habría cambiado Adam o la habría cambiado papá antes de morir? Eran los únicos que podían haberlo hecho. Harry nunca habría hecho nada en contra de la voluntad de sus jefes. Tanto Adam como papá eran los únicos que frecuentaban el rancho tras la  muerte de la abuela. Papá había muerto pero podía haber cambiado la cerradura antes de morir. ¿Tenía Harry un juego de llaves con la nueva llave? ¿La puerta estaba abierta antes de que Harry fuera asesinado? El asesino había cerrado la puerta, luego tenía la llave de la misma. ¿Acaso Adam tenía la copia de la nueva llave? Si esto era así, ¿por qué no le había dado una copia?¿Ocultaba algo? Algo que no quería que yo supiera; gracias a Dios me llevé este libro, la respuesta debe estar en este libro o en los otros libros de contabilidad". - Dijo Damian para si, poniendo así, fin a su reflexión.

      Después de hacer aquella reflexión, una oscura sospecha se aposentó en la mente de Damian. La única conclusión plausible era que Adam había matado a Harry. Damian sabía que su hermano era ambicioso, sabía que era capaz  de vender su alma por ganar un poco de dinero, ¿pero asesinar a alguien que conocía desde pequeño? Era algo difícil de concebir, pero por más que quisiera desterrar aquella idea de su cabeza, no podía, todos los indicios apuntaban a Adam. Adam y él eran los únicos que podían deambular por aquel rancho libremente, ellos eran los únicos que podían hacer reformas en el rancho, eran los que disponían de todas las llaves, nadie sin la autorización de ellos podía hacer y deshacer en la propiedad de la que ellos eran los únicos herederos. Damian hasta entonces, apenas había sentido interés por el rancho, solo Adam le hablaba de él y lo visitaba asiduamente, entonces ¿quién si no Adam podía haber matado a Harry? Damian le había dicho a su hermano que pensaba pasar una temporada en el rancho del abuelo. Adam temió entonces que los secretos que en el rancho escondía fueran descubiertos y desvelados por su hermano, así que se adelantó, al llegar, lo primero que hizo fue examinar los libros, pensó destruirlos u ocultarlos, Harry le sorprendió y Adam le mató. Pero aquello no tenía sentido, ¿por qué matar a Harry? Hubiera bastado con cruzar algunas palabras con él, para después invitarle a seguir su ronda. A no ser que el sorprendido fuera un desconocido o Harry hubiera descubierto algo que no debiera saber. Su hermano ¿un asesino? No, no podía ser. Quizás tuviera algo que esconder, pero asesinar a Harry, no. Intentando desterrar aquella sospecha de su cabeza y aprovechando la oscuridad, Damian se había alejado de la cabaña. Damian  avanzaba sigiloso, escrutando las sombras de su alrededor, intentando discernir formas en ellas. Sus pupilas dilatadas eran puntos de luz que como linternas miopes, daban vida a objetos inertes, sus oídos afinados como trompetillas para sordos, aumentaban la intensidad de cualquier ruido. Temeroso y vacilante, Damian avanzaba con la cautela de un potrillo, haciendo de su andar, galope, cuando algún sonido sospechoso lo alarmaba y haciendo del galope; trote, si sus ojos de mochuelo, le mostraban la verdadera forma de aquello con lo que se cruzaba. Sus pasos acelerados y lentos pronto lo llevaron frente a una gran hendidura.

                

miércoles, 2 de enero de 2013

CAPITULO III. Tribulaciones 6-III

            El golpe en la testa desembelesó a Damian. Este cogió el manojo de llaves que llevaba en su bolsillo;insertó una primera llave en la ranura, no terminaba de encajar, probó con una segunda, era demasiado grande, luego probó con una tercera y una cuarta y una quinta y una sexta pero eran o demasiado grandes o demasiado pequeñas, probó con todas las que había en el manojo pero ninguna abría aquella puerta. Después examinó detenidamente la cerradura y descubrió que había sido cambiada recientemente. Tras este examen retrocedió unos pasos y tras observar detenidamente la fachada exterior descubrió, que algunos maderos habían sido sustituidos por otros, sin duda alguien estaba interesado en mantener única y específicamente aquella construcción en pie, pero ¿por qué? Todas las construcciones de alrededor, tales como las viejas chozas de los vaqueros y el personal del rancho estaban derruidas o semiderruidas. De los establos de los vaqueros, apenas algunos tabiques permanecían en pie. De las dependencias destinadas al aseo del personal, no quedaban ni las letrinas. Alrededor del edificio del despacho se apilaban montones de maderos podridos y astillados que en otro tiempo habían configurado el esqueleto exterior de las construcciones antes mencionadas.  Junto a estos restos, tablones de madera recién cortados permanecían en palés sin desprecintar. Parecía que alguien estaba interesado en volver a levantar los habitáculos derruidos. Los maderos sustituidos en este tenían el mismo grosor, la misma veta, el mismo color que los de los palés. Esto sorprendió a Damian, ¿quién  podría haberse tomado aquellas molestias? El rancho estaba deshabitado desde la muerte de la abuela, ni su padre, ni su hermano habían manifestado la intención de evitar  que el viejo rancho del abuelo se viniera abajo. Habrían vendido la vieja heredad de haber podido; él mismo, visitaba aquella propiedad por primera vez, desde que la abuela murió. Ni su hermano, ni su padre solían mencionar nada referente al futuro de aquella propiedad. Es más, cuando Damian informó a Adam de su intención de pasar unos días en el viejo rancho, este último no le dijo si algo había cambiado en ella. No le dijo si la vivienda principal o las construcciones aledañas estaban ocupadas de manera legal o ilegal. De pronto al fijarse en uno de los ventanucos situados en los laterales del edificio vio sobresalir del hueco de aquel, la tela filigranada de una cortina interior. Armándose de valor y de un grueso leño se aproximó al ventanuco. La hoja de la ventana estaba subida, esto facilitaba el acceso al interior de la estancia a una persona relativamente corpulenta. Damian entró por este, leño en mano.

             La estancia, de una sola planta permanecía en una penumbra parcial, la luz que se filtraba a través del ventanuco por el cual Damian había accedido al interior, incidía sobre la mesa del despacho sobre la cual, una palmatoria sostenía aún, una vela humeante. Cerca de la palmatoria había gruesos libros de cuentas abiertos. Damian dio unos pasos, intentando alcanzar la mesa mencionada, pero tropezó con algo. Nuestro amigo se agachó y empezó a palpar el obstáculo que se interponía entre él y la mesa, solo pudo adivinar que se encontraba ante algo blando de lo que manaba algo pegajoso. Como hemos dicho la estancia estaba oscura y la única luz que entraba, agonizaba a manos de la cada vez mayor oscuridad del anochecer. Damian se incorporó y dando unos pequeños pasos más, consiguió llegar hasta la mesa y posar sus manos sobre ella. También había algo pringoso sobre ella. Damian se llevó una de sus manos al bolsillo del pantalón, de él sacó una caja de fósforos. Sacó de ella una cerilla, frotó la cabeza de esta sobe la superficie lateral de la caja, unas pequeñas chispas surgieron de la misma y en una fracción de segundo la cabeza del fósforo prendió. La llama pequeña y vacilante fue guiada hasta la mecha de la vela y una luz temblona y débil robó algo de luz a la oscuridad reinante. Damian cogió la palmatoria y sin prestar atención a las manchas de la mesa intento guiar el haz de luz hacia el obstáculo que segundos antes, casi le había hecho perder el equilibrio. Cuando descubrió que era aquello con lo que había chocado, el descubrimiento le dejó perplejo, atónito y un tanto desubicado.

          

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