sábado, 19 de enero de 2013

CAPITULO III. Tribulaciones 7-III

         Tendido sobre el piso del despacho estaba el cuerpo sin vida de Harry, el guarda. Todo el fluido viscoso diseminado sobre el cadáver y zonas cercanas al mismo, parecía haber manado de un  único boquete en la frente de Harry. Damian acercó la luz a aquel agujero, comprobó así, que no solo podía ver pedacitos de cerebro y cuajerones de sangre mezclados, también podía ver la madera del piso. A Harry le habían disparado y la bala le había atravesado la cabeza. ¿Pero por qué? Dando arcadas, cogió uno de los libros que había  abiertos sobre la mesa del despacho y sin pararse a recuperar el leño y a apagar la vela salió de allí por donde había entrado.

        " El asesino podría estar cerca, quizás al oírle, había escapado por el lugar por donde él había salido. Quizás estaba oculto, esperando, intentando averiguar la identidad de aquel que le había interrumpido, estaría espectante, envuelto en sombra, dispuesto a robar otra vida para continuar después, con sus pesquisas."- Pensó Damian.- "Al fin y al cabo, ¿quién era Harry?"-Dijo Damian balbuceante, antes de iniciar la siguiente reflexión:
      
          "Un pobre hombre, un viejo vaquero con manos agrietadas y piel ajada, encurtida en arrugas irregularmente repartidas por todo el cuerpo. ¿Quién era Harry? Alguien que creció vinculado a las tierras del abuelo, alguien que plantó raíces en aquel rancho creyendo formar parte de él, aunque siempre fue un obrero más. Siempre leal, siempre atento al capricho de los dueños del feudo. Pobre hombre, debió abandonar aquel rancho, cuando la abuela lo abandonó, pero la terquedad de su naturaleza indestructible le mantuvo vivo hasta que recibió el beso de fuego que acabó con su terca salud. No dejaba a nadie que le llorara, a nadie que le recordara; su vida había sido un eco breve al que la muerte primero y el olvido después, harían desaparecer para siempre. Le mataron por sorprender a quien no debía, donde no debía, cuando no debía. ¡Pobre Harry, siempre tan responsable, tan buen trabajador, tan poco negligente en el cumplimiento de su deber! ¿Por qué estabas ahí?"- De los ojos de Damian, brotaron un manantial de lágrimas.-"Sin duda el asesino buscaba los libros de contabilidad. La cerradura no había sido forzada, pero la habían cambiado, ¿la habría cambiado Harry, la habría cambiado Adam o la habría cambiado papá antes de morir? Eran los únicos que podían haberlo hecho. Harry nunca habría hecho nada en contra de la voluntad de sus jefes. Tanto Adam como papá eran los únicos que frecuentaban el rancho tras la  muerte de la abuela. Papá había muerto pero podía haber cambiado la cerradura antes de morir. ¿Tenía Harry un juego de llaves con la nueva llave? ¿La puerta estaba abierta antes de que Harry fuera asesinado? El asesino había cerrado la puerta, luego tenía la llave de la misma. ¿Acaso Adam tenía la copia de la nueva llave? Si esto era así, ¿por qué no le había dado una copia?¿Ocultaba algo? Algo que no quería que yo supiera; gracias a Dios me llevé este libro, la respuesta debe estar en este libro o en los otros libros de contabilidad". - Dijo Damian para si, poniendo así, fin a su reflexión.

      Después de hacer aquella reflexión, una oscura sospecha se aposentó en la mente de Damian. La única conclusión plausible era que Adam había matado a Harry. Damian sabía que su hermano era ambicioso, sabía que era capaz  de vender su alma por ganar un poco de dinero, ¿pero asesinar a alguien que conocía desde pequeño? Era algo difícil de concebir, pero por más que quisiera desterrar aquella idea de su cabeza, no podía, todos los indicios apuntaban a Adam. Adam y él eran los únicos que podían deambular por aquel rancho libremente, ellos eran los únicos que podían hacer reformas en el rancho, eran los que disponían de todas las llaves, nadie sin la autorización de ellos podía hacer y deshacer en la propiedad de la que ellos eran los únicos herederos. Damian hasta entonces, apenas había sentido interés por el rancho, solo Adam le hablaba de él y lo visitaba asiduamente, entonces ¿quién si no Adam podía haber matado a Harry? Damian le había dicho a su hermano que pensaba pasar una temporada en el rancho del abuelo. Adam temió entonces que los secretos que en el rancho escondía fueran descubiertos y desvelados por su hermano, así que se adelantó, al llegar, lo primero que hizo fue examinar los libros, pensó destruirlos u ocultarlos, Harry le sorprendió y Adam le mató. Pero aquello no tenía sentido, ¿por qué matar a Harry? Hubiera bastado con cruzar algunas palabras con él, para después invitarle a seguir su ronda. A no ser que el sorprendido fuera un desconocido o Harry hubiera descubierto algo que no debiera saber. Su hermano ¿un asesino? No, no podía ser. Quizás tuviera algo que esconder, pero asesinar a Harry, no. Intentando desterrar aquella sospecha de su cabeza y aprovechando la oscuridad, Damian se había alejado de la cabaña. Damian  avanzaba sigiloso, escrutando las sombras de su alrededor, intentando discernir formas en ellas. Sus pupilas dilatadas eran puntos de luz que como linternas miopes, daban vida a objetos inertes, sus oídos afinados como trompetillas para sordos, aumentaban la intensidad de cualquier ruido. Temeroso y vacilante, Damian avanzaba con la cautela de un potrillo, haciendo de su andar, galope, cuando algún sonido sospechoso lo alarmaba y haciendo del galope; trote, si sus ojos de mochuelo, le mostraban la verdadera forma de aquello con lo que se cruzaba. Sus pasos acelerados y lentos pronto lo llevaron frente a una gran hendidura.

                

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